¡¡¡ B I E N V E N I D @ S !!!


El objetivo de este blog es la orientación familiar en Habilidades Sociales, es decir, está dirigido a padres (preferiblemente de adolescentes)con el fin de informar sobre todo lo relacionado con dichas habilidades, así como de su importancia y de las estrategias necesarias para fomentarlas en el núcleo familiar.



LA ADOLESCENCIA




        La adolescencia es el período de la vida durante el cual el niño y la niña experimentan los cambios que les van a transformar en jóvenes adultos.

        Se considera que comienza con los cambios con los que se inicia la pubertad (tema visto anteriormente), pero su final es incierto. Desde el punto de vista psicosocial, la Organización Mundial de la Salud (OMS) propone los 20 años como final de la adolescencia.

        En resumen, se trata de una época de profundos cambios biofisiológicos (pubertad, como fase inicial de la adolescencia), psicológicos y sociales, que conducen al individuo a establecer nuevas relaciones consigo mismo, con su propio cuerpo, con el mundo de los adultos y con la realidad social que les rodea.

        Pero veamos algunas características o consideraciones que nos acercan a comprender mejor esta etapa:


UNA CRISIS PARA LOS PADRES

        Es indudable que la adolescencia es la etapa más temida por los padres, sin duda por la imagen tan negativa que se tiene en nuestra sociedad. La consideramos una etapa de conflictos, de ruptura, de enfrentamientos, “la edad difícil” o de “la rebeldía sin causa”; asociándola fundamentalmente al mal comportamiento y a los problemas en el hijo.

        Algunos padres consideran la adolescencia, como una crisis de tipo patológico, por lo que interpretan todas las nuevas conductas del hijo como algo negativo, como un retroceso en la maduración personal que hay que combatir y curar.

        Al ver la edad de la adolescencia como una enfermedad, reprimen conductas de sus hijos que son normales en esta edad y que cumplen una función necesaria para el desarrollo personal, como puede ser su actitud crítica y el defender sus puntos de vista, aunque estén equivocados.

        El origen de las percepciones negativas que tienen muchos padres sobre la adolescencia se encuentran en: la imposición y el autoritarismo, la incomprensión, la falta de respeto, la intolerancia, la impaciencia, la desconfianza, el miedo a que se le “vaya de las manos”. Se trata de padres que en vez de ayudar a los hijos a ejercitar las nuevas capacidades (reflexión, sentido crítico, razonamiento, autonomía moral, intimidad, apertura a la amistad, etc.) se dedican, con la mejor intención, a frenarlas. De este modo no sólo retrasan la maduración de sus hijos sino que, además, provocan situaciones de incomunicación y de conflicto.

       

        Es cierto que muchos de los comportamientos del adolescente pueden ser vistos como “defectos”: los adolescentes son imprevisibles, alocados, con reacciones inesperadas, también son impacientes, lo quieren todo aquí y ahora, no saben esperar, y si no lo obtienen se hunden, además son perezosos, tienden a lo fácil, aplazan las tareas, desordenados y reacios a seguir planes u horarios. No obstante, conviene que veamos esos “defectos” y esas conductas inmaduras  como paso previo de la pubertad a la adultez.


        Muchos padres creen erróneamente, y parece que tienen razón, que su hijo adolescente ha hecho un retroceso o perdido madurez con respecto a etapas anteriores, y así se dicen: antes era más aplicado, más obediente, más respetuoso, más ordenado, más hablador. En efecto, en la fase adolescente cuesta mucho más que antes ser obediente, no porque el hijo esté en rebeldía sino porque está intentando “hacerse mayor”, en el sentido de actuar con más autonomía que antes y no sabe todavía hacerlo compatible con la dependencia de los padres y con las reglas de la familia. Le cuesta más desenvolverse en esta etapa porque está intentando “valerse por sí mismo/a”, vivir sin la protección y exigencias de los padres, y esto requiere tomar “distancia de ellos” y reconsiderar la validez de las reglas establecidas en la familia, aunque lo hace cuestionándolo todo.

        Por este motivo, los padres necesitamos conocer los cambios que surgen en la adolescencia para adecuarse a ellos y considerarlos como algo natural, como parte de un proceso de crecimiento y así poder “acercarse” mejor a sus hijos.



UNA CRISIS EN LOS HIJOS O HIJAS

        La adolescencia es la etapa del desarrollo evolutivo humano que implica un gran cambio cualitativo en el joven: la maduración de la personalidad, que consiste en la conquista de la adultez psicológica y social. El adolescente sale de la infancia e intenta entrar la edad adulta, por lo que es lógico que aparezcan dificultades de adaptación que podemos entender como crisis.

        La superación de estas crisis es imprescindible con el fin de lograr la maduración progresiva hasta alcanzar la edad adulta.


        Algunas crisis que se producen en la adolescencia:

- La crisis de la autoafirmación del yo (que se expresa como oposición y rebeldía a las figuras de autoridad).

- La crisis de las ideas (terreno moral, social...).

- La crisis de valores (se cuestiona la formación recibida durante la infancia y se la somete a prueba de las propias ideas y experiencias).


        Estas crisis no convierten a la adolescencia en un periodo de ruptura con todo lo anterior, sino en un periodo de evolución y transformación hacia la etapa siguiente sobre una base recibida y ya adquirida.



El proceso de llegar a la adultez psicológica se realiza a través de la maduración en diferentes planos:

- En el plano físico. Como ya vimos en la pubertad, la maduración se concreta en la transformación del organismo infantil en un organismo adulto que se da en esa fase.

- En el plano mental. La madurez se concreta en el paso del pensamiento concreto, típico del niño al pensamiento abstracto o pensamiento formal, propio del adulto. Con el desarrollo de este tipo de pensamiento, el adolescente se encuentra con la posibilidad de pensar por sÍ mismo y acceder a la comprensión del mundo y de lo que le rodea.

- En el plano afectivo. La madurez se concreta en que los sentimientos apasionados muy variados y con una gran fuerza operativa, se sepan controlar y manifestar. La maduración afectiva incluye tanto el aprendizaje del autocontrol de las emociones y sentimientos como el desarrollo de la capacidad para expresarlos.

- En el plano social. La madurez consiste en el paso de las relaciones que se dieron en el estrecho marco de la familia y de la escuela, a las relaciones en un contexto social más amplio (como es el grupo de iguales y el grupo de amigos). También se logra por el paso de la relación de tipo grupal a la relación personalizada, propia de la amistad íntima y del enamoramiento.

        Para madurar, el adolescente debe aprender diversos comportamientos propios de la vida adulta, relacionados con las relaciones de pareja y con actitudes y hábitos de trabajo, de convivencia y de cooperación con los demás.

- En el plano de la personalidad. La madurez es un efecto del paso del “yo” hacia fuera, típico de la infancia, al “yo” hacia uno mismo. El centro de interés ya no son los objetos externos, sino uno mismo. El adolescente descubre su riqueza interior, su intimidad, que es uno de los rasgos esenciales de la persona. A medida que el adolescente profundiza en su intimidad y la comparte con otros (en las relaciones de amistad o de amor), está en mejores condiciones de revisar la identidad personal elaborada durante la infancia y de construirse otra nueva, basada en nuevos modelos de identificación. La madurez de la personalidad incluye también el paso de la conducta dependiente a la conducta independiente y autónoma; del modelo de vida inculcado por los padres a una forma de vida elegida personalmente en función de nuevos valores, y que no necesariamente tienen que ser totalmente opuestos a los de sus padres.

        A partir de aquí el adolescente maduro comienza a tomar decisiones personales relacionadas con su vida futura y a elaborar un proyecto personal de vida.




PSICOLOGÍA DE LA ADOLESCENCIA

        El púber ya no es un niño, pero el adolescente no es todavía un adulto. De esta ambigüedad que vive el adolescente y de las transformaciones y cambios físicos que está experimentando, obtenemos como resultado un complejo mundo de procesos psicológicos en los que éste se ve inmerso. De estos procesos resumimos los siguientes:

• Manifiesta cada vez una mayor y más fuerte toma de conciencia de sí mismo.

• Se produce un rechazo aparente de los modelos que tenía en la infancia (padres). Aparece un cierto distanciamiento y desapego de los padres que, en algunos casos, puede llegar al enfrentamiento.

• Los modelos parentales son sustituidos por otros modelos (héroes, “ídolos”, e incluso, los padres de sus amigos).

• Se da un fuerte apego, solidaridad y fidelidad a los compañeros (creación del grupo, pandilla, etc.).

• Puede aparecer perturbaciones o conflictos emocionales y afectivos ligados a la rapidez de las transformaciones internas y externas.

• Muestra con vehemencia, y en muchos casos con una lucidez natural y franca, una actitud más crítica hacia el mundo que le rodea.

• Tiende a sentirse solo, único e incomprendido, por lo que puede encerrarse en sí mismo.

• La pulsión sexual se muestra con fuerza, al tiempo que puede carecer de información suficiente sobre la sexualidad. Los padres deberían hablar abierta y sinceramente con los hijos sobre este tema, evitando que se convierta en tema tabú.




LA MADURACIÓN DE LA PERSONALIDAD
EN LA ADOLESCENCIA

        Aunque la personalidad se construye progresivamente durante toda la vida como resultado del desarrollo intelectual y de la experiencia, el momento más decisivo es, sin duda, la etapa adolescente. Parece que es cuando la personalidad explosiona. Ese despertar típico de la adolescencia está favorecido por algo que ya hemos visto más atrás, el desarrollo de nuevas capacidades como la capacidad para el pensamiento formal.

        Hay cuatro pasos o características interrelacionadas durante el desarrollo de la personalidad en la adolescencia:


1. La manifestación del yo. A diferencia de la etapa puberal (el joven se identifica más con el grupo, tiene una identidad colectiva y compartida que le proporciona seguridad), el adolescente siente la necesidad de tener una existencia propia, personal, diferenciada de la de los demás. Ello es consecuencia de la “fuerza del yo”, de un yo que se presenta como una realidad única e irrepetible y que ya quiere manifestarse con convicción y fuerza. El “yo” rehúye desde ese momento, las situaciones de uniformidad y anonimato. El interés predominante ahora, es cuidar y resaltar la propia singularidad y establecer diferencias con los otros.

        Este cambio se puede observa en el aspecto exterior. Hasta los 15 años aproximadamente cada uno se peinaba y se vestía como los demás, después de esa edad se tiende a inventar un peinado y usar una vestimenta original que resalten las diferencias individuales. Y aquí puede surgir un motivo más de enfrentamiento con los padres: buscar ese equilibrio que permita al adolescente realizarse y a los padres sentirse tranquilos, es un reto para ambos.

        En ese descubrir del propio yo tiene un papel importante la introspección (proceso de mirarse hacia dentro); que responde a la necesidad de conocerse y comprenderse a sí mismo, de captar y entender lo que le diferencia de los demás, de ahondar en la propia personalidad. Hay que tener en cuenta que el interés prioritario del adolescente es, en este momento, conocerse y comprenderse a sí mismo. Todo lo demás pasa a un segundo plano: los estudios, los padres, la vida familiar, su futuro,… El adolescente pasa mucho tiempo dedicado al descubrimiento de sí mismo, en su soledad.


        Esta situación hace que el adolescente preste cada vez menos atención a sus padres y hermanos, y más a “sus cosas”, lo que les produce a los padres una sensación de distanciamiento emocional, de falta de cariño y comunicación. Por lo que nosotros, como padres, debemos entender estos cambios para respetar estos momentos por los que pasan nuestros hijos.


2. La necesidad de la intimidad. A medida que el adolescente avanza en la exploración de su mundo interior siente una necesidad creciente de aislarse, de recogerse en sí mismo. Necesita espacios y momentos de silencio y de soledad para estar y encontrarse consigo mismo: así nace la intimidad personal. La búsqueda de la soledad no es como suelen creer los mayores, una conducta de rechazo del mundo ni un síntoma de inadaptación. El adolescente necesita aislarse para poder concentrarse en sí mismo, para buscar su mundo interior.


        En otros casos, por el contrario, se observan conductas excesivamente dependientes de las situaciones externas. Lo que ocurre fuera de ellos les absorbe, dando lugar a comportamientos ambiguos, a una cultura del ocio hedonista, al consumismo, vestir a la moda, beber sin freno, compras, etc. La tarea de los padres en esta etapa es colaborar para que sus hijos lleguen a conciliar en cierta armonía estas dos vidas la exterior y la interior.

        Otro aspecto importante a tener en cuenta en el desarrollo de la intimidad en el adolescente, es que ésta se extiende a todo lo que lo define y caracteriza como persona: su cuerpo, su aspecto, su habitación, sus objetos. Surge en esta etapa una acentuación o exageración de la necesidad de privacidad y de confidencialidad tanto en el hogar (su habitación, sus cosas) como en el cuidado de su persona (aseo, vestimentas, peinado) o en sus pertenencias (armario, escritorio, mochila, bolso).

        El mundo de la sexualidad y afectividad del adolescente hace más complejo, si cabe, ese mundo interior. La intimidad se convierte en una necesidad que hay que lograr y defender de cualquier intromisión del exterior.

        Esta intimidad no solo supone un respeto para sus periodos de soledad sino también de su espacio vital o territorio (puerta cerrada de la habitación y cuarto de baño, conversaciones telefónicas, ordenador personal, mensajes de correo electrónico, cartas, etc.

        El/la adolescente necesita tener su espacio de intimidad, saber que es inviolable, donde nadie debe ni puede acceder y donde es imprescindible que se sienta seguro/a.


3. La autoafirmación personal y la identidad personal.

        Uno de los efectos del desarrollo del yo es la necesidad de originalidad. El adolescente tras empezar a complacerse de que es diferente está muy interesado en acentuar y defender esa diferencia. El afán de originalidad impulsa hacia conductas singulares. Muchas veces esa originalidad la expresa en público y actúa como inconformismo contra sus padres. Detrás del interés de ser original está la necesidad de romper los viejos lazos de dependencia de los padres y de distanciarse del modo de vida infantil. De este modo el adolescente se autoafirma como una personalidad única y adulta buscando la admiración y el reconocimiento de los demás.

        Muchas de las conductas típicas de los adolescentes que suelen ser consideradas por los padres como extrañas, negativas y absurdas, no son otra cosa que recursos de autoafirmación de un “yo” diferente e independiente.

        Por medio de ellas el hijo trata de demostrar que no es como hace algunos años, que no es como los demás, que ya es capaz de pensar por sí mismo y de tomar sus propias decisiones. En este contexto pueden surgir algunas conductas excéntricas, con las que el adolescente pretende llamar la atención de los demás y conseguir que se fijen en el, como por ejemplo:


- La vestimenta personal: forma muy particular, “rara” o inusual de peinarse, de vestirse, de adornarse,…


- La utilización de un lenguaje propio. Cada generación y cada grupo de adolescentes tiene su jerga, no solo para comunicarse entre ellos, sino también para diferenciarse y distinguirse de los adultos.

- En su esfuerzo por diferenciarse y que se note pueden aparecer también ciertos comportamientos exagerados, especialmente los que denotan desprecio al peligro. Por ejemplo, conducir de forma temeraria una motocicleta, hacer con la moto “caballitos”, negarse irracionalmente a ponerse el casco de la moto, etc.

- Otro aspecto que desespera a los padres en estos años son las rebeldías contra el tipo de educación y los modelos establecidos por los padres y, a veces, contra todo lo establecido, como recurso para subrayar y defender sus propios criterios. Los adolescentes se suelen rebelar:

ü  Contra la imposición de criterios que les impidan pensar por sí mismos y aprender de forma autónoma. Esta actitud es considerada por los padres como una negativa desesperante a “recoger” la experiencia que les ofrecen, así autoafirman la autonomía intelectiva. Es preciso dialogar tranquilamente y permitir que opinen y decidan sobre sus estudios, ocio, futuro, amigos, tratando de encontrar puntos de encuentro.

ü  Contra los proteccionismos afectivos de algunas/os madres/padres que pretenden sobreproteger al hijo/a. Así autoafirma la autonomía afectiva. Hay que tratar de negociar (dentro de lo razonable) y respetar los periodos de tiempo que necesita para estar con sus amigos, o sólo, pero fuera de casa.

ü  Contra el autoritarismo de algunos padres, que pretenden hacerse obedecer por la fuerza. Así autoafirman su carácter. Es conveniente flexibilizar algo las conductas paternas de disciplina y negociar las normas y los límites con ellos.




• A pesar de su intento por acercarse y entender a su hijo adolescente este también tiene que entenderle a usted.

• Tiene que mantener todavía la disciplina necesaria para hacer posible la convivencia familiar.

• El adolescente debe comprender (como para resto de su vida) que tiene derechos, pero también obligaciones y responsabilidades. Y ustedes los padres deben recordárselas y hacer que las cumplan.




        Como ya hemos leído, el adolescente tiene una gran preocupación por la imagen. El deseo que pone el adolescente por conocerse a sí mismo no se debe solo a la curiosidad por todos los cambios y novedades que está experimentando, responde también a la preocupación por lograr un yo interesante y valioso para sí mismo y para los demás. Le importa mucho dar buena imagen, necesita encontrar en su interior algo que merezca ser estimado por sí mismo y por los otros.

        Con la llegada de las transformaciones físicas de la pubertad el autoconcepto cambia y se basa casi totalmente en la imagen, es un periodo de gran inestabilidad para la autoimagen del joven y de oscilaciones importantes en la autoestima por los cambios bruscos en el desarrollo físico producidos en la pubertad. Así pueden aparecer:

- Miedos, dudas,
- Complejos,
- Inseguridad.
- Baja autoestima.


        Por esto, los adolescentes necesitan aumentar considerablemente el reconocimiento externo. Buscan la seguridad en el exterior en forma de elogios, de alabanzas de su entorno más próximo: padres, hermanos mayores, y sobre todo de los amigos. La ayuda que les podemos prestar los padres en esta cuestión, es favorecer la capacidad de su autoaceptación personal tratando de evitar que entren en el error de basar la autoestima en un concurso o carrera de logros y éxitos. Es importante ayudarles a que  modifiquen esta actitud equivocada y superficial basada en las comparaciones o en modelos publicitarios; estimulando mecanismos de tranquilidad y aceptación de su individualidad y de sus diferencias.

        El autoconcepto y la autoestima son dos elementos importantes pilares de la identidad personal e indicadores de cómo se va formando esa identidad. Una identidad personal apropiada se favorece y desarrolla con una autoimagen realista y asumida que ayude a alcanzar la aceptación de sí mismo. El fracaso en la formación de un concepto de sí mismo aceptable y en consonancia con el yo real y con el mundo al que pertenece, suele provocar en el adolescente una crisis de identidad.


En definitiva, la búsqueda de la identidad personal es una actividad importante e intensa de la adolescencia, la cual abarca varias tareas:

1) optar por un sistema de valores
2) elegir una ocupación laboral
3) optar por un esquema de conducta sexual
4) emanciparse de los padres.


4. El logro de la identidad. Este es el estado en el que el adolescente, tras haber superado una posible crisis de identidad, se plantea ya objetivos y metas bien definidas con respecto a una determinada forma de vida y una posible salida profesional. Lograr la identidad satisfactoria tiene importantes beneficios en el desarrollo del adolescente y en su vida futura, como por ejemplo:

- Mayor aguante ante la incertidumbre típica de la transición adolescente a adulto.
- Más resistencia a la pérdida de la autoestima.
- Menor conformismo ante las presiones sociales.
- Una mejor adaptación a la vida social de Adulto.






OTRAS CARACTERÍSTICAS
DE LA ADOLESCENCIA


 
CAMBIO EN LAS RELACIONES FAMILIARES

        El nuevo cuerpo del adolescente, las cambiantes relaciones sociales y la nueva capacidad para meterse en el pensamiento abstracto afectan a la naturaleza de las relaciones familiares.

        Niños más o menos amoldables y dependientes que veían a sus padres como inteligentes, maravillosos, admirables, dispensadores de afecto, de disciplina y de bienes materiales, se convierten en la adolescencia en “casi adultos”, cuya búsqueda de autonomía personal y menor dependencia emocional de sus padres les lleva a defender sus derechos, cuestionar las normas familiares y ver a sus progenitores como seres humanos imperfectos, incluso a sentir cierto rechazo hacia ellos. Es el fuerte sentido crítico que aparece en la adolescencia el que produce el efecto de la caída de los dioses. No obstante, más adelante vuelven a recuperar bastante la admiración por sus padres.

        Las respuestas de los padres a estos cambios en el cuerpo y mente de sus hijos pueden reflejar su propia ambivalencia o desconocimiento para darse cuenta de que sus hijos han crecido, han cambiado. Algo de tensión entre los padres y el adolescente es inevitable a medida que surgen nuevos e inesperados problemas; pero el enfrentamiento permanente tampoco es frecuente, salvo excepciones. Sólo una de cada cuatro familias, la transición de los hijos a la adolescencia con los respectivos cambios en los roles familiares, causan conflictos graves. En el resto los conflictos son menores o esporádicos, es decir soportables.

        No obstante, la adolescencia parece ir seguida de cambios pasajeros de las relaciones familiares, caracterizándose por mayores conflictos entre las madres y los hijos y por los intentos desesperantes, y a veces infructuosos, de ambos padres para controlar e imponer disciplina, por suavizar los enfrentamientos y por respetar los puntos de vista diferentes y a veces opuestos. Los padres se encuentran con que su capacidad para dirigir y controlar la conducta de sus hijos disminuye significativamente y, por contra, ya no conocen tanto las actividades que éstos realizan: con quienes van, a donde, qué hacen, etc. Tanto chicos como chicas dicen que sus relaciones con los padres se vuelven más distantes. Aún así, es importante que los padres no dramaticen este enfrentamiento.

        Una actitud paterna comprensiva de este periodo y prudente (aunque no despreocupada, indiferente o excesivamente confiada), eliminará tensión familiar inútil.



CAMBIOS EN LAS AMISTADES Y LA VIDA
        Los amigos y compañeros son cada vez más importantes en la vida del adolescente. La contribución que el grupo de amigos hace al desarrollo social del joven puede ser especialmente importante durante la primera etapa de la misma, cuando están empezando a aceptar los cambios físicos y emocionales de sus vidas.

        En la mayoría de los casos, el creciente apego hacia los compañeros no interfiere en sus relaciones con los padres, ni las elimina, sino que más bien las complementa.

        El tipo de amistades cambia a medida que el adolescente se involucra en una relación íntima que se caracteriza más por el compartir. Las amistades íntimas aumentan notoriamente entre los 14 y 16 años, quizá debido a que a esa edad los jóvenes están preparados para ese tipo de relación más profunda, y se amplía y consolida de los 16 en adelante. Sus nuevos esquemas cognitivos les permiten ponerse en el lugar del amigo, ver sus puntos de vista e imaginar cómo éste puede llegar a sentirse.




        En la adolescencia, las amistades y la intimidad son mayores con los amigos del mismo sexo.


       
        Las amistades de la adolescencia suponen una relación mutua en la que los amigos se cuidan, comparten pensamientos y se consuelan entre sí. Es importante tener en cuenta cuáles son los valores, actitudes y planteamientos frente a la vida que tiene el grupo al que pertenece el adolescente para determinar por dónde puede ir, ya que a veces puede que no convenga a su desarrollo como persona. Los padres deberían hablar con sus hijos sobre este tema.

        Entre las chicas esta profundización emocional es más rápida y más intensa. En la mitad de la adolescencia las muchachas desean confiar en alguien que pueda ofrecer apoyo emocional y comprensión. A esta edad un amigo ha de ser leal, alguien con quien se pueda confiar y que pueda aportar apoyo en una posible crisis emocional.


        A eso de los 17 ó 18 años las chicas se sienten más seguras en su propia identidad que los chicos y ya no necesitan identificarse tanto con una compañera emocional. Se preocupan menos por la lealtad, la seguridad y la confianza y muchas se han decantado por intimar con los chicos.

        Respecto a los chicos, muchos pasan su vida social en el grupo y pandilla de amigos a la vez que en pareja. Esto hace que en sus vidas el grupo de compañeros sea especialmente amplio.



EL DESARROLLO DE LA CONDUCTA SEXUAL 

        La socialización de las chicas en la niñez y en la temprana adolescencia por lo general las hace más competentes y cualificadas en las relaciones interpersonales que los chicos. La mayoría de las chicas incorpora a la conducta sexual un papel social y de identidad que ya incluye la capacidad de ternura y de sensibilidad. Las adolescentes consideran la relación interpersonal dentro de la sexualidad como algo mucho más importante que los chicos.

        Cuando una relación entre chico y chica está en su primera fase, los chicos son mucho más permisivos que las chicas, ven una gama de comportamiento sexual “adecuado” mucho más amplia que ellas, que generalmente reservan la intimidad sexual para relaciones en las que sienten que hay amor por su compañero y, desde ese momento, no salen con nadie más.

        Por cada chica, cuatro chicos creen que la relación sexual es adecuada cuando sienten afecto, e incluso en otros casos cuando solo hay deseo, pero no amor, por las que son sus compañeras. Por el contrario, las chicas sienten que la sexualidad tiene más que ver con el amor.


        Los padres, todavía pueden tener alguna influencia sobre la conducta sexual de sus hijos. Cuando estos observan a sus hijos y supervisan razonablemente sus actividades, las relaciones sexuales tienden a retrasarse. La comunicación entre adolescentes y padres es importante, relacionándose la falta de comunicación con un inicio de la actividad sexual más temprana y, en algunos casos, de consecuencias que luego no están en condiciones de afrontar.



CAMBIOS COGNITIVOS

        Los niños y niñas tienen un pensamiento centrado en su situación actual y en los acontecimientos concretos que tienen lugar en el momento. A medida que desarrollan la habilidad de pensar libre y sistemáticamente, los adolescentes desarrollan poderosamente su pensamiento y empiezan a reflexionar sobre el futuro logrando ya razonar sobre los conceptos abstractos y las ideas. Piensan con bastante profundidad en la educación, la moralidad, la religión, la justicia y la verdad, en los comportamientos de los adultos e, incluso, hasta en la propia naturaleza de la existencia. Las contradicciones y la aparente hipocresía que ahora detectan de forma brutal en el mundo que les rodea y que a menudo les conduce a discutir apasionadamente sobre ideales y a luchar por causas justas, así como la clarificación y potenciación de los valores y actitudes que rigen en el mundo del adulto, es parte del proceso de identidad que en el adolescente está constituyéndose.




LA ADOLESCENCIA EN LA SOCIEDAD ACTUAL

        Aunque hay ciertos patrones característicos en el desarrollo humano que comparten las civilizaciones de todas las épocas, el proceso del desarrollo y madurez está ampliamente influido por las fuerzas socioeconómicas del momento. Esto se advierte sobre todo en la adolescencia, cuando el joven trata de aprender a vivir con las presiones sociales, a desenvolverse en el mundo del adulto y alcanzar un equilibrio entre sus valores y los de la sociedad que se encuentra. Los adolescentes son muy sensibles ante la sociedad que los rodea: sus valores, las tensiones políticas y económicas, sus reglas implícitas o sobreentendidas, las modas, etc. Los adolescentes se encuentran en el proceso de formar planes y esperanzas sobre su propio futuro, los cuales van a depender en gran medida de las condiciones sociales, culturales y económicas que se encuentren, así como del momento histórico en el que vivan.

       
        Cada momento histórico ha tenido sus “inconvenientes” para los adolescentes; pero el actual, recién entrado en el siglo XXI, es especialmente conflictivo para ellos por varios motivos: dificultades e inestabilidad laboral, cambios y pérdida de valores y falta de actitudes positivas frente a la vida (como el esfuerzo y sacrifico por conseguir las cosas, la falta de tolerancia a la frustración, un sentido hedonista -por encima del responsable- de la vida), una búsqueda de la diversión y “fiesta” sin límites, conducir corriendo riesgos que pueden desembocar en una muerte accidental o una lesión permanente, sin olvidar el problema que preocupa mucho a los padres: la “explosión” actual (en variedad y cantidad) del uso de drogas para el ocio y el tiempo libre. Este fenómeno de las drogas está haciendo que generación tras generación haya más jóvenes que se adentran en este terrible problema, comprobándose año tras año el tremendo drama individual, familiar y social que está representando las drogodependencias. El papel de los padres en la prevención de este problema es necesario, vital e insustituible.


        Cuidar de ese gran grupo de jóvenes que han decidido no entrar en el mundo de las drogas, bien por motivos personales sustentados en valores sólidos y profundos, o bien por los estragos ocasionados que han visto en jóvenes de otras generaciones –e incluso en la suya-, es un deber y un reto de toda la sociedad; como lo es, hacer lo posible porque aquellos que están sumidos en ese mundo se conciencien y se planteen salir.



NO  OLVIDE  QUE...



• En la adolescencia son frecuentes ciertos enfrentamientos entre padres e hijos, debido a que el joven trata de mostrar notoriamente su identidad, la mayor autonomía y el “yo fuerte” que está irrumpiendo.

• Estos enfrentamientos con los padres, controlados y bien encauzados pueden representar un “banco de pruebas” en la familia para desenvolverse en la vida.

• La adolescencia no es una etapa permanente, sino que tiene un tiempo de duración. No olvide que el tiempo es el mejor aliado para su superación.
• Sus características principales son el cambio que se produce en muchos aspectos de la vida. Se trata de un período en el que se aprenden y practican nuevas destrezas personales, académicas, sociales y económicas, que les conducirán a ser adultos eficientes, responsables y autosuficientes, es decir, la plataforma de lanzamiento a la independencia.

• También es un período de situaciones de riesgo como por ejemplo: la bebida, las drogas, las enfermedades de transmisión sexual, etcétera.

• Muchos de los adolescentes ni son rebeldes ni son emocionalmente inestables. La mayoría de los adolescentes tienen una visión bastante realista acerca de sí mismos, no tienen problemas de disciplina con sus padres y mantienen ambiciones normales y realistas respecto a su futuro y metas en la vida.

• La mayoría de los problemas emocionales y/o relacionales que afectan a los adolescentes se superarán al alcanzar la etapa adulta pero algunos pueden perdurar y agudizarse. Es importante prestarles atención pues no es probable que mejoren sin ayuda.

• El adolescente con problemas sin resolver se puede convertir en un adulto angustiado.

• La necesidad normal de los jóvenes de diferenciarse y emanciparse de los padres no tiene por qué suponer, necesariamente, un período de conflictos intensos y de declarada hostilidad.

• No es cierto que exista un abismo generacional entre los adolescentes y sus padres. No hay muchas muestras de que existan diferencias significativas entre las distintas generaciones sobre los asuntos importantes. En términos generales, las influencias de los padres sobre los hijos siguen siendo estables y fuertes durante la juventud y la adolescencia.

• Los adolescentes tienen opiniones bastante semejantes a los de sus progenitores en los temas básicos como: el valor de la educación, qué hacer en la vida, el papel de la mujer, los temas raciales y la religión.

• Las principales diferencias entre padres e hijos aparecen en asuntos relativamente menos importantes y están relacionados con el estilo personal, la moda, la música, las aficiones en tiempo de ocio y otros temas parecidos.