¡¡¡ B I E N V E N I D @ S !!!


El objetivo de este blog es la orientación familiar en Habilidades Sociales, es decir, está dirigido a padres (preferiblemente de adolescentes)con el fin de informar sobre todo lo relacionado con dichas habilidades, así como de su importancia y de las estrategias necesarias para fomentarlas en el núcleo familiar.



COMUNICACIÓN FAMILIAR


LA IMPORTANCIA DE LA COMUNICACIÓN





        A medida que los niños crecen y dominan mejor el lenguaje se hace más fácil razonar con ellos y estar en mejores condiciones para hablar de sus necesidades. Por ello, desde el mismo momento en que pueden hablar, se les debe animar a que expliquen por qué han hecho algo que usted les ha dicho que no hicieran y se les debe dar el tiempo necesario para hacerlo, especialmente cuando son todavía torpes o lentos en el uso de las palabras.

        Dé tiempo a su hijo a que se explique y escúchele… Conversar con ellos sobre las cosas, aunque sea de un modo simple, les ayudará a pensar por sí mismos y a aprender a anticipar las consecuencias posibles de sus acciones. Pero insistimos, deles tiempo para que hablen, porque eso es dejarles que practiquen, aprendan y desarrollen el pensamiento.


ESCUCHE CUIDADOSAMENTE LO QUE LE DICE SU HIJO

        Muchos padres saben que la comunicación es un proceso vital que tiene dos elementos: el que habla y el que escucha. Pero son demasiados los que rara vez escuchan a sus hijos y tienen poco que decirles que no tenga que ver con reproches, censuras, sermones o consejos.

        Escuche a su hijo y trate de captar su mensaje y de situarse en él, no en su posición de adulto. Algunos padres castigan las conductas inadecuadas de sus hijos sin prestar atención a las necesidades y a los “mensajes” que se encuentran detrás de esas conductas.

        Las comunicaciones de los niños se expresan a menudo en forma indirecta, a modo de actos, y a través de una especie de “código”. Usted puede lograr una mejor relación con sus hijos si atiende a lo que le dicen con esos códigos, enseñando a sus sentidos para así aprender a escuchar los mensajes ocultos, es decir los mensajes no verbales.

        Una estrategia excelente es la de transmitirle comprensión a su hijo o hija adolescente manteniendo la cualidad de las buenas comunicaciones entre adultos, donde ambos hablan y se escuchan. Al igual que en las conversaciones con adultos, en las conversaciones con los niños, la base debe ser la de un auténtico diálogo. Es útil al dialogar con un niño comenzar con enunciados que indiquen comprensión en vez de consejo, crítica o instrucción; ya que este tipo de enunciados “frenan” la conversación cuando se trata de adolescentes.



TIPOS DE COMUNICACIÓN
        Pensamos que sólo hay comunicación si hablamos, si decimos palabras, pero el hecho de no hablar no significa que no haya comunicación. La comunicación es algo mucho más amplio que incluyen otros elementos no menos importante como: el lenguaje corporal, el movimiento, los gestos…

        La comunicación entre los seres humanos incluye dos elementos: el contenido (la palabra) y la forma (la manera de decir el contenido).


        La comunicación comprende dos canales o formas de transmitir la información o mensaje:

          
-      Comunicación verbal: Con ella nos comunicamos a través de las palabras, por medio del lenguaje oral. El aspecto verbal transmite el contenido de la comunicación, lo que queremos decir.

-      Comunicación no verbal: Con ella nos comunicamos a través de los gestos, la expresión facial (mirada, sonrisa), el código corporal (posturas), los aspectos no lingüísticos de la conducta verbal como el tono de la voz, el ritmo, la velocidad de la conversación, las pausas, y también con la utilización del espacio personal, como la distancia de interacción con la persona con la que hablamos.



        El aspecto no verbal transmite la forma, es decir los sentimientos y las emociones del emisor que mediatizarán la interpretación del mensaje verbal por parte del receptor.

        La comunicación verbal y no verbal deben tener una coincidencia para que los mensajes sean recibidos de forma coherente, si no es así el mensaje queda invalidado y normalmente en estos casos predomina la información no verbal; es decir, cuando con la palabra queremos decir una cosa (mensaje verbal o contenido) y con los gestos (mensaje no verbal o la forma) otra, el mensaje al que prestamos atención es al no verbal.

        La comunicación no verbal es a la que más atención prestamos y la que más nos impacta puesto que proporciona una información más fiable en situaciones en las que no podemos confiar en lo que se está comunicando con palabras, bien porque quien habla propone intencionadamente engañarnos, o bien porque ha bloqueado o reprimido la información que deseamos conocer. Esto hace que el proceso de la comunicación sea todavía más complejo ya que el mensaje tiene un contenido o lo que se dice pero también una forma o cómo se dice, que modula y expresa la intención del que habla. Es más fácil disimular, o engañar, con los aspectos verbales que con los no verbales.




 



BARRERAS EN LA COMUNICACIÓN

        Debido a que la comunicación tiene dos canales es posible cometer algún error para hacernos comprender. Podemos hablar de obstáculos en la comunicación cuando:

- Hacemos un discurso excesivamente emocional: exceso de conducta emocional durante el habla.

- Hablamos demasiado bajo o demasiado alto: no modular el tono de voz.

- Hablamos excesivamente rápido o lento: no regular el ritmo de la conversación.

- Hablamos menos de lo normal: permanecer pasivo en la conversación, sin opinar, sin preguntar, o asentir.

- Hablamos demasiado: hablar excesivamente interrumpiendo y sin escuchar lo que el otro dice.

- Adivinamos el pensamiento del otro: suponer lo que el otro va a decir o sentir.

- Hablamos negativamente: expresar con frecuencia comentarios y opiniones negativos de los demás o de las situaciones.

- Damos poca información: dar menos información de la que se considera necesaria para continuar una conversación.

- Damos información redundante: repetir información ya conocida.

- Damos respuestas cortantes: responder con insultos, malos modos o expresiones ofensivas.

- Contraatacamos: responder a una queja con otra sin intentar solucionar el problema.

- Tendemos a no reconocer o dar la razón al otro: no ceder en las discusiones, no admitir ni reconocer el punto de vista de los demás.

- No especificamos: no concretar, realizar un discurso excesivamente abstracto, general o superficial.

- Desviamos el tema: introducir otros temas en la conversación que impiden profundizar en uno de ellos o alcanzar el objetivo propuesto.

- Evitamos temas de conversación: mostrar desinterés.

- Generalizamos excesivamente: referirse a hechos y comportamientos que suceden de vez en cuando como si ocurrieran continuamente.

- Hacemos afirmaciones radicales o dogmáticas: ser categórico en las afirmaciones utilizando expresiones del tipo “todo o nada”, “blanco o negro”.

- Somos pedantes: utilizar palabras complicadas, difíciles o raras.

- Respondemos insuficientemente: no responder a todo lo que se pregunta, responder con monosílabos dificultando la conversación.

- Respondemos en exceso: alargarse demasiado en las contestaciones yendo más allá de lo que se había preguntado.

- Detallamos en exceso: explicar, clarificar o discutir detalles sin importancia.

- Interrumpimos con frecuencia: intervenir cuando el otro está hablando sin respetar su turno de palabra.

- No tenemos un lenguaje positivo: omitir alabanzas o no decir cosas agradables sobre lo que el otro dice o hace.


        Intente evitar este tipo de comunicación siempre que le sea posible. Notará que el “encuentro” con el otro es una experiencia diferente.



CARACTERÍSTICAS DE LA COMUNICACIÓN CON LOS ADOLESCENTES

         Los adolescentes, dada la situación especial por la que pasan, son un grupo de personas especialmente sensibles a las críticas y desconsideraciones de los demás. Por ello reaccionan emocionalmente de forma tan intensa cuando sus padres les muestran críticas o rechazo a sus opiniones, gustos o costumbres.

        También, por lo mismo, resultan un blanco tan fácil para la manipulación por parte de su grupo de amistades, ya que se trata de convencer a los más débiles para someterlos a sus normas, valores y “reglas”.

        Los adolescentes carecen todavía de las habilidades necesarias para hacer frente a dicha presión de grupo, manipuladora y, en algunos casos, perjudicial para su autoestima, que les dificulta, cuando no les impide crecer como personas y convertirse en adultos dinámicos, animosos y auténticamente libres.

        Un problema básico de los adolescentes suele ser el saber tratar con la gente, tanto con los menores, como con los iguales y mayores que ellos. Desde luego, los adolescentes no siempre poseen las habilidades necesarias para relacionarse entre ellos y con otros adultos de manera asertiva. Muy a menudo actúan de modo pasivo o agresivo. Siempre es posible comprobar cómo algunos chicos se dejan avasallar por otros que abusan física o verbalmente de ellos. Por otra parte, los muchachos agresivos, en muchos casos, se comportan así porque desconocen otro modo más apropiado para hacerlo.

        El aprendizaje del comportamiento asertivo y el conocimiento de los derechos personales permite tanto a unos (los pasivos) como a otros (los agresivos) relacionarse entre sí de manera mucho más satisfactoria, pudiendo resolver de manera eficaz los problemas que presenta la convivencia social.





EL DIÁLOGO PADRES-HIJOS EN
LA ADOLESCENCIA

        Para lograr una buena comunicación, si están en una discusión y no puede lograr el acuerdo perfecto, póngase, al menos, en una actitud de apertura y disponibilidad para acercarse más a su hijo y para conocerle mejor. Más tarde quizás se podrá reemprender el diálogo.

        A continuación, sugerimos algunas ideas a tener en cuenta durante el diálogo entre los padres e hijos adolescentes:
        • Una disponibilidad afectiva favorece el número y la calidad de la comunicación.

        • Comprenda que el adolescente necesita “practicar la dialéctica”, por lo que suelen buscar la discusión y el enfrentamiento con frecuencia. No se irrite por esta actitud, sea razonable y practique tranquilamente con él.

        • Sepa que el adolescente discute muchas veces más para convencerse a sí mismo que para convencer al interlocutor. Tenga un poco de paciencia y escúchele, sea receptivo y verá que muchas tensiones desaparecen.

        • El adolescente desea afirmar su autonomía de pensamiento, además de acción y muchas veces adopta, por sistema, la opinión contraria a la que sostienen sus padres en cualquier tema. No se muestren preocupados por este proceso del adolescente del que él puede sacar placer dialéctico y ustedes irritabilidad.

        • No descalifique ni menosprecie las ideas u opiniones del adolescente. Para él son muy importantes. Piense que, en todo caso, está construyendo su mundo intelectual. No olvide que el adolescente está lleno de sueños y fantasías, y el adulto de realidades y de obligaciones.

        • No se alarme de la actitud “desafiadora” del adolescente, él también está en un período de lucha interna y externa intensa.



        Tomamos el siguiente texto de J. J. Brunet y J.L. Negro porque ayuda a esclarecer los problemas de comunicación entre los padres y los adolescentes:


Estábamos en una reunión  con un grupo de adolescentes, dialogando sobre la familia:

- “Para mí la casa es un agobio, que si vas hecha un adefesio, que si eso no es música ni nada, que…”.

- “Sí, como todos. El principal problema es que no nos dejan libertad; deben pensar que todavía tenemos ocho años: mira lo que haces, ten cuidado…”.

- “Y luego no te comprenden. Te gustaría hablar con ellos de mogollón de cosas, pero te da corte. Yo creo que tendrían que preguntarte por otras cosas que no sean los estudios. Aunque, claro, si no lo han hecho nunca, no te vas a poner a los 16 años a contarles tu vida…”.

- “Yo debo ser un bicho raro; pero mis viejos son coj… Sobre todo mi viejo, que es mi mejor amigo; nos solemos pasar los dos cantidad de tiempo en la cocina, después de cenar, cuando los otros tres enanos se han ido a la cama…”


  Las conversaciones que los adolescentes suelen tener sobre este tema, son casi todas parecidas, ¿y los padres?

- “La notamos distante. No se le puede decir nada porque se irrita enseguida”.

- “Apenas para en casa y hay que sacarle las cosas con calzador”.

- “Querríamos hablar con él, pero nos desconcierta. Está tan majo y de repente parece que nos pone una barrera”.




        Sin pretender que éstas sean todas las causas        de los conflictos entre los adolescentes y sus      padres, proponemos aquí algunas reflexiones para analizar el problema:

       • Hay que tener en cuenta los aspectos característicos de  la adolescencia.

        • Hay que tener presente qué estilos educativos se han   empleado y se emplean.

        • Hay que conocer el entorno en el que se relaciona el    adolescente.

        • Hay que conocer su carácter y personalidad.


 
LAS PELEAS FAMILIARES

        Lo primero que consideramos importante es aclarar que el concepto de pelea al que nos referimos aquí, contempla situaciones que suelen darse entre las personas y, por tanto, también en la familia; las cuales se pueden definir como: discusiones, enfrentamientos y/o conflictos. NUNCA no referiremos, al modo de resolver un problema utilizando la fuerza, las voces o la falta de respeto.

        Por tanto, entendemos por peleas aquellas situaciones en las que entre dos o más personas se producen: enfrentamientos por posiciones personales; discusiones por puntos de vista diferentes; disputas por conseguir alguna cosa, rivalidades por querer ganar en algo…

        Abordamos este tema, porque consideramos que es frecuente que en las familias se produzca en algún momento una situación que genere enfrentamientos o conflictos entre sus miembros. En este sentido, no debemos olvidar que nuestras vidas no carecen de conflicto, produciéndose las primeras discusiones o conflictos en el núcleo familiar. Por ello llegamos a tres importantes conclusiones:

  1. La pelea de la familia es normal.
  1. Comprender y utilizar los resultados de una pelea que se produce por motivos justos (y no incluye el uso de la fuerza) puede ser una forma positiva de producir cambios beneficiosos para el crecimiento de la familia y, por lo tanto, de sus miembros.
  1. Por contra, cuando la pelea es injusta (e incluye el uso de la fuerza) puede resultar un arma peligrosa ya que puede afectar, e incluso destruir, la familia y causar un inmenso daño a sus miembros.

PELEA CONSTRUCTIVA/PELEA POSITIVA

        Pelear es algo normal (esto es lo primero y más importante que debemos recordar acerca de la pelea), es parte esencial del crecimiento personal y, es tan importante como el contacto físico y el afecto. Por ello, a continuación mencionaremos algunas actitudes y creencias erróneas que aún mantenemos y que interfieren cuando tratamos de aprender a pelear de forma constructiva.


 
CREENCIAS ERRÓNEAS

1. “Pelear es malo”.
No hay nada esencialmente malo en la pelea, siempre que sea justa, pues permite que los sentimientos ocultos salgan a la superficie. Lo importante es que la pelea tenga un motivo justo y sea establecida dentro de unos límites razonables y controlados.

2. “La familia que se pelea habitualmente está enferma y necesita ayuda”. Esta creencia no es cierta. Una familia que se pelea dentro de límites razonables es saludable, mantiene una dinámica vital y no debe ser considerada, por ello, de enferma.

3. “La pelea o enfrentamiento familiar puede evitarse”.
El enfrentamiento familiar no sólo no es inevitable, sino que en algunos momentos no debería evitarse, pues por medio de él pueden aclararse y solucionarse los conflictos, malos entendidos o confusiones.

4. “Todas las disputas familiares pueden resolverse mediante un acuerdo”
Tan importante como resolver la situación a través de acuerdos, es saber tolerar y aceptar las diferencias de los demás. Las familias que aprenden a vivir aceptando las diferencias individuales son más fuertes.

5. “Una vez que la pelea familiar se resuelve, está definitivamente resuelta”.
Esto también es erróneo porque luego comprobamos que, una disputa “resuelta” puede aflorar de pronto bajo una nueva forma, pero tan desagradable como lo fue antes. No obstante, sí es cierto que la mayoría se resuelven definitivamente.

6. “Padres e hijos son enemigos declarados”.
Esto es totalmente FALSO, pues las necesidades de los padres coinciden ampliamente con la de los hijos y viceversa.


        Aunque estas seis interpretaciones erróneas sobre los enfrentamientos y los conflictos son las más comunes, no son las únicas que podemos encontrar. Es necesario que aprendamos a pelear de una forma constructiva y respetuosa, y los padres deben estimular a los hijos para que hagan lo mismo. Necesitamos aprender a resolver nuestras diferencias respetando los derechos de los demás.

        Si a la hora de enfrentar nuestras diferencias decidimos “no hacer daño” en la pelea, habremos avanzado mucho hacia el logro de un ambiente familiar saludable y apto para el continuo crecimiento personal.


 
CONSIDERACIONES A TENER EN CUENTA

        El hecho de analizar y reflexionar sobre la importancia que tiene las peleas familiares en la expresión de los sentimientos, no es ninguna garantía de que vamos a poder solucionar las cosas fácil y definitivamente. Sin embargo, realmente aprendemos con esta actividad, y esto puede tener repercusiones sobre nuestra forma de ver las cosas y de comportarnos ante el conflicto.

        De este modo, proponemos una observación y análisis sobre algunos aspectos a tener en cuenta para comprender y abordar mejor las peleas o conflictos familiares.

a) La confianza

        La confianza mutua es básica y esencial para las buenas relaciones humanas. La experiencia que tengamos con la confianza durante los primeros años de nuestra formación, es muy importante para definir nuestra capacidad de confiar y ser dignos de confianza en nuestra vida de adultos.

        Muchas veces observamos que la falta de confianza es la que genera muchos de los conflictos entre nosotros.


b) El control

        El control es algo que todos tenemos necesidad de ejercer en algunos momentos, así es razonable que deseemos tener alguna medida de control sobre nuestras vidas y sobre las que dependen de nosotros. Sin embargo, un aspecto que genera bastantes conflictos es cuando tratamos de controlar a los demás para conseguir que se hagan las cosas como queremos.

        Así, cuando analizamos la manera de cómo a veces peleamos y el contenido de esas peleas, deberíamos advertir el mecanismo de control que estamos utilizando.

        Por todo esto, mientras cada uno necesita estar seguro de que tiene control por lo menos de sí mismo, también deberíamos advertir dónde están los límites de una conducta de exigencia positiva y dónde se manifiestan conductas negativas de intento de control del otro.


c) Libertad y autonomía

        La identidad, esa definición del propio “yo”, depende de establecer límites, es decir, de saber dónde termina los límites de uno y dónde comienza los del otro. No es adecuado el ser demasiado permisivos con los hijos, como tampoco lo es el “asfixiarlos” con demasiada protección, exigencia o control. Por tanto, hay que lograr un medio donde el niño pueda luchar por descubrir y definir su propia libertad y autonomía, su propia identidad, debiendo ser la familia el ambiente natural donde pueda desarrollarse esa lucha de forma segura y adecuada.


d) La separación

        Dentro de una maduración personal saludable, la separación es una necesidad vital. Por ello es necesario que los padres alienten a sus hijos a separarse o a independizarse, a valerse por sí mismos, sin obligarles, haciéndolo de una manera suave y progresiva. Por su parte, los hijos que van camino de la madurez necesitan encontrar una forma de alejarse de los padres sin romper o dañar esos vínculos de apoyo y protección, que tan bien les han servido dentro de la familia.


e) Apertura emocional

        Dentro de la familia debe de haber libertad para expresar, experimentar y compartir los sentimientos y las emociones (ya sean positivas o negativas) sin temor a la represión o a la desaprobación.

        Si no se facilita exteriorizar las propias emociones y sentimientos para discutir lo que sienten los miembros de la familia, se puede generar conflictos que quedan latentes pudiendo aflorar más adelante. Es el proceso que conocemos como resentimiento.


f) Batalla entre los padres

        Cuando en la familia existe un problema que parece girar alrededor de la actuación de los padres, puede haber una batalla secundaria entre ellos por determinar quién hizo las cosas bien y quién mal. Lo importante en este caso es analizar el problema y luego facilitar, entre los dos, la posibilidad de solucionarlo.


g) La repetición

        A veces repetimos cosas que hacían nuestros padres, de las que estábamos seguros que nunca íbamos a repetir: la elección de pareja, la forma de educar a los hijos, etc. Debemos recordar que la imitación es inevitable, pero la autocrítica nos ayudará a estar atentos ante aquellas repeticiones que sean esencialmente negativas y contrarias al crecimiento personal y al mejoramiento de las relaciones familiares, para así tratar de evitarlas.



 

        Todas estas consideraciones que pueden verse como “observaciones de lo que a veces queda oculto”, se ofrecen a los padres como advertencias de que en nuestras vidas y en nuestros conflictos existen algo más que lo meramente superficial, de lo que a simple vista se ve.





HABILIDADES EN LA COMUNICACIÓN FAMILIAR

        En este punto vamos a tratar una serie de habilidades para conseguir una comunicación positiva con los demás. Se trata de conseguir un estilo de comunicación que sea beneficioso y eficaz en la relación familiar, es decir, aprender a hablar para hacerse comprender y comprender al otro.

        Teniendo como referencia este objetivo, podemos decir que las habilidades más básicas que nuestros hijos deben haber adquirido  una vez que han llegado a la adolescencia son:

a)   Antes de hablar se debe pensar bien las cosas que se quiere decir.

b)   Hablar despacio, pausadamente, con claridad de manera que se nos entienda fácilmente, sin prisas.

c)   Mirar a la cara de la persona con la que se habla.

d)   Emplear un volumen medio o normal de voz. No se necesita gritar para hacerse entender.

e)   Situarnos en una posición frente a quien se habla, no darle la espalda o colocarnos de lado.

f)    Respetar el turno de palabra cuando se habla con los demás. Todos deben hablar pero sin interrumpir a quien posee el turno de palabra.

        Como podemos comprobar, la mayoría de estas habilidades relacionadas con la comunicación, ya se han ido trabajando desde la infancia por lo que suponemos que deben estar adquiridas una vez que alcanzan la adolescencia. No obstante, éstas no son las únicas habilidades necesarias para lograr unas óptimas competencias en comunicación. Nosotros, como vimos en la “Página principal” del blog, consideramos relevantes otras dos habilidades que merecen una atención especial, las cuales explicaremos en las siguientes páginas.
        Estas habilidades son:

-      ESCUCHA ACTIVA
-      ASERTIVIDAD

 

DEBEMOS RECORDAR QUE…

11. La comunicación no es una conversación esporádica, sino un ambiente que se crea y se respira,       como el oxígeno. Este ambiente comienza por el establecimiento de un auténtico encuentro con su cónyuge.
1
2. Para hablar se necesita tiempo. No existe un equivalente o sustituto económico del cariño, de la experiencia ni de la cercanía.

3. Tan importante como hablar es saber callar: la clave del saber escuchar está en intentar comprender el punto de vista de su hijo.

4. Reconocer que nos hemos equivocado y pedir perdón acerca de ello, es un signo de madurez. No tema desandar el camino andado cuando se equivoque y enseñe a su hijo a hacer lo mismo.

5. Trate de escoger el momento oportuno para la discusión, los nervios no suelen ser buenos consejeros.

6. No minusvalore nunca la importancia de los problemas de sus hijos: lo que nos hace sufrir nunca es una tontería, puesto que nos hace sufrir.

7. Huya en sus conversaciones de todo lo que pueda parecer interrogatorio intempestivo o curiosidad por la vida privada de su hijo.

8. Recuerde que su hijo es estudiante, pero no sólo estudiante, los libros abren a la vida pero la vida es mucho más grande que los libros.

9. Trate de proponer o sugerir a sus hijos metas, más que imponerlas. Pero no renuncie a ofrecerle su apoyo y su exigencia. Dialogar no es ceder de su responsabilidad como padres.

10. Procure mantener el difícil equilibrio entre la libertad y la responsabilidad.

        Y, finalmente, recuerde que necesita una buena dosis de PACIENCIA, PACIENCIA, PACIENCIA... Y SENTIDO DEL HUMOR. Porque un adulto no se hace en un día ni en un año, y hay que saber esperar. Pero recuerde, nunca con los brazos cruzados sino con una actitud comprensiva, facilitadora, comprometida y responsable.